Insípido, famélico y desprovisto de la magia
que corre por las venas, cada vez más desgastadas, del genio de Brooklyn. No
sé si es que el film ha generado unas expectativas demasiado altas o si
realmente su guión no da más de sí, la realidad es que Blue Jasmine es una
medianía entre la nada y el quizás.
Woody Allen peca de tipificar y empapar de
estereotipos a sus protagonistas. Personajes demasiado enmarcados,
cuadriculados, como si vivieran enlatados al vacío. Están bien definidos, sí,
pero son superficiales, sin llegar a calar en el espectador. Ni los ricos se sentirían
identificados con el personaje de Cate Blanchett ni los pobres con la figura de
Sally Hawkins.
Cate Blanchett avergonzada tras ver el resultado de la película.
La idea, todo hay que decirlo, parece sacada
de un telefilm. Hermana rica que se arruina y se va a vivir con la hermana
pobre a la que siempre había menospreciado… Woody,
tú puedes hacerlo mejor. Los diálogos son correctos, con algunos destellos
punzantes aderezados con esa eficaz ironía que caracteriza a Allen, pero que no
tienen mayor trascendencia. Y esto es lo peor que se le puede decir a un genio,
que su resultado ha sido mediocre. En ‘Blue
Jasmine’ hay un amago de volver a ver al Woody de siempre, pero se queda en eso, un simple amago.
Entrando en materia, Allen vuelve a
sumergirse en el pantano de los líos amorosos, esta vez sostenidos por una Blanchett,
que sin ser brillante, está un escalón por encima del resto de la película. El film goza de
pequeñas pinceladas de ese surrealismo tan fascinante que sólo este director
transmite, recordando en algunos gags al talentoso guionista que escribió obras
como La maldición del escorpión de jade o Toma el dinero y corre. Pero son
estériles de cara al resultado final.
Woody es un hombre por y para la comedia.
Porque le sale de manera innata. Porque lo borda. A los dramas no les termina
de coger el punto, o se pasa o se queda corto. En este caso se excede,
exagerando situaciones hasta llevarlas al extremo de la incredulidad. La música
está muy bien elegida, acompaña a la perfección esta tragicomedia de la que
todos hablan pero de la que nadie se acordará dentro de unos meses.
Con la frase “ahora todo da vueltas” concluye Blue Jasmine. Y yo desde mi butaca pensando que lo único que había dado
vueltas, sin sentido, había sido la cabeza del director neoyorquino. Confiando
en que no se haya ido para siempre. Deseando que vuelva pronto.
Nota: 5,5
Nota: 5,5
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