EL SILENCIO DE UN HOMBRE

Cuando está a punto de terminar el año y parecía que nada podía ir a peor, pobre iluso fui que me puse a ver “El silencio de un hombre” de 1967. No quiero hacer un chiste fácil con el título, ya me conocéis, pero el que debería no haber dicho ni escrito ninguna palabra era el guionista y no el hombre. Tengo que reconocer que al verla me sentí como Will Smith rapeando en medio de un corro compuesto por miembros del Ku Klux Klan.
  

Aquí está el personaje que hace de sicario dando pases de torero, ya que ser un criminal no se le daba muy bien.

Lo primero que me viene a la mente al recordar este insulto al cine francés es que mientras estaba intentando meterme en la película fui violentamente castigado con salvajes zooms que actuaron a modo de latigazos en mi retina. Pese a contar con una realización de dudosa reputación y fallos de guión que no cometería ni un principiante, lo que mas me molesto fue que tomase por tontos a los espectadores, vendiendo una historia de carácter verosímil utilizando secuencias que no pasarían ni en la mente de un desequilibrado.


¿Qué tramas, morena?

De la manera más breve posible, y sin querer spoilear la película (aunque como es una auténtica infamia no importará que os la cuente), pondré en común los tres momentos que más me sorprendieron (a pesar de que desgraciadamente hubo más de tres). Para empezar, diré que se basa en las casualidades del destino y que nos regala actos no sólo entupidos si no injustificables, algo que, como al resto de mortales, me enerva. Todo empieza cuando nuestro “silencioso” sicario asesina a un tipo. Muy “astutamente” tenía una coartada perfecta para que no le pudieran acusar del crimen, por lo que una vez cometido tira la pistola a un río, y se marcha a la habitación de un hotel cualquiera a echar una timba de póker donde le detienen (justo a él de entre todos los asistentes). Casualidades de la vida, la policía justo fue a hacer una redada en el hotel en el que se encontraba nuestro "colega" (también dieron con la habitación exacta, por aquello que llaman inspiración divina).
  
Continúa la trama, por desgracia, y vemos como los policías verifican la coartada del hombre, descubriendo que realmente no pudo ser. Pese a ello, seguirán pensando que él fue el asesino toda la película, olvidando al resto de personas arrestadas. O lo que es lo mismo, en una ciudad de 10.000.000 de habitantes los policías están seguros de que el asesino es un tío que tiene coartada, que ninguno de los testigos reconoce, y que encima cogen en una habitación de hotel jugando a las cartas sin pruebas que le incriminen. Sólo se me ocurren dos opciones para justificar esto:

Que el sicario debiera dinero al comisario.

Que el comisario se sintiese atraído por el sicario.


Otro profesional del crimen... Le va a sacar un ojo con la pistola en vez de dispararle.

Por último, ya que si fuéramos una por una podríamos sacar algo negativo de todas las secuencias, llega la escena culmen, la creme de la creme de la estupidez. A nuestro sicario le hieren en el brazo por lo que se pone unas gasas para que cure la herida. En un alarde de genio, baja a la calle y nada más salir las tira al suelo (aquí el director está inmenso, ya que nos ofrece un plano detalle por si no nos hemos dado cuenta. Entre eso y llamarnos tontos no hay mucha diferencia). Como no, al momento aparece un policía que hábilmente recoge las gasas del suelo (jamás lo hubieras imaginado). ¿Por qué no las tiró a una papelera? ¿Por qué no las dejó junto al resto de basura en su casa? La única explicación posible a esto es que el sicario estuviera de becario en algún sindicato del crimen y aun no hubiera aprendido todas las tácticas claves para ser un buen asesino. O a lo mejor el director intentó hacer una película de cine negro sin haber visto antes a los clásicos. O quizás, simplemente, el guionista era un marsupial con síndrome de down.


Nota: 2 (y porque estamos en Navidad).

1 comentarios:

Ya te gustaría tener un canario de mascota como el de la película.

 

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